En el transcurso de un año, la lucrativa empresa de publicidad de Richard LeMieux quebró. Poco después, este hombre perdió su riqueza y se deprimió. Con el tiempo, empezó a beber en exceso y su familia lo abandonó. En el peor momento de su vida, estaba en la calle, destruido y sin nada. No obstante, fue entonces cuando buscó a Dios; y, más tarde, escribió un libro sobre lo que había aprendido.
Los israelitas también aprendieron algunas lecciones valiosas cuando Dios permitió que quedaran sin hogar y rodeados de incertidumbre y peligros. Las dificultades les enseñaron a ser humildes (Deuteronomio 8:1-18).
Aprendieron que Dios supliría sus necesidades. Cuando tuvieron hambre, les dio el maná. Y para calmar su sed, les dio agua de una roca. El Señor les enseñó que, a pesar de las dificultades, podía bendecirlos (v. 1). Por último, aprendieron que la adversidad no es una señal de abandono. Moisés les recordó que Dios los había guiado durante 40 años en el desierto (v. 2).
Cuando enfrentemos momentos de desesperación, podemos buscar qué lecciones espirituales hay en esas dificultades; lecciones que pueden ayudarnos a descansar en Aquel que hace que todas las cosas obren para nuestro beneficio y para su gloria (Romanos 8:28).