Para algunos, la palabra ayudante tiene connotaciones de ser algo de segunda clase. Los ayudantes de cátedra asisten a los profesores capacitados. Otros ayudan a electricistas, plomeros y abogados entrenados en sus trabajos. Como no están tan capacitados en esa profesión, podrían ser considerados de menor valía. Pero cada persona es necesaria para llevar a cabo la tarea.
El apóstol Pablo tuvo muchos ayudantes en su ministerio. Los enumeró en su carta a los romanos (cap. 16), donde se refirió de manera especial a Febe, quien «[había] ayudado a muchos, y a [él] mismo» (v. 2). Priscila y Aquila arriesgaron su vida por Pablo (vv. 3-4); y en cuanto a María, el apóstol señaló: «ha trabajado mucho entre vosotros« (v. 6).
Según 1 Corintios 12:28, ayudar es un don espiritual. Pablo lo incluyó entre los dones que el Espíritu Santo da a los creyentes en el cuerpo de Cristo, la iglesia. Este don es tan necesario como todos los demás que se enumeran.
Incluso el Espíritu Santo brinda ayuda. Jesús declaró: «El Espíritu Santo vendrá y los ayudará, […] les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que les he enseñado» (Juan 14:26).
Cualquiera que sea el don que el Espíritu Santo te haya dado, con su ayuda, lo utilizarás para honrarlo.