Desde 1975, no he adoptado ningún tipo de resolución de Año Nuevo. No lo he necesitado… ya que todavía estoy trabajando en algunas anteriores: escribir aunque sea una nota breve en mi diario todos los días, hacer un gran esfuerzo para leer la Biblia y orar cada día, organizar mi tiempo, tratar de mantener limpio mi cuarto (esto fue antes de tener toda una casa para limpiar).
Este año, no obstante, voy a agregar una resolución que encontré en la carta de Pablo a los Romanos: «Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano» (14:13). Aunque esta resolución es vieja (tiene unos 2.000 años), es la que vale la pena renovar. Como sucedía hace siglos con los cristianos de Roma, hoy los creyentes elaboran reglas para los demás, e insisten en que todos se ajusten a ciertos comportamientos y creencias sobre las cuales la Biblia dice poco o nada. Estas «piedras de tropiezo» dificultan que los seguidores de Cristo continúen en el camino de la fe que Él vino a mostrarnos: que la salvación es por gracia y no por obras (Gálatas 2:16). Lo único que se requiere es que confiemos en la muerte y resurrección de Jesús para ser perdonados.
En el año que está por delante, podemos celebrar esta buena noticia de Cristo resolviendo no levantar barreras que hagan tropezar a los demás.