En la República Checa y en otros lugares, la celebración de Navidad incluye Christingles: una naranja que simboliza el mundo, con una vela colocada encima que representa a Cristo, la Luz del mundo. Una cinta roja rodea la naranja, simbolizando la sangre de Jesús. A los costados de la naranja, se ponen cuatro mondadientes con frutas secas clavados en la cinta, en representación de los frutos de la Tierra.
Esta sencilla ayuda visual ejemplifica el propósito de la venida de Cristo: traer luz en medio de la oscuridad y redimir mediante el derramamiento de su sangre a un mundo perdido.
En su relato sobre la vida de Jesucristo, Juan lo describe como la Luz del mundo: «Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo» (Juan 1:9). Cristo, la Luz, no vino solamente para penetrar la oscuridad de este mundo, sino que Él es también «el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (v. 29).
¡Piénsalo! El bebé de Belén se convirtió en el Cristo vivo y resucitado que nos ha rescatado de nuestro pecado. Por eso, Juan nos instruye a «[andar] en luz, como él está en luz» (1 Juan 1:7). Que todos los que hemos sido rescatados por Jesucristo encontremos en Él la paz de andar en su luz.