Recibí esta nota de una amiga que trabaja en un orfanato en un país en vías de desarrollo: «Ayer, mientras estaba sentada en mi oficina, noté una hilera de hormigas en el suelo. Al seguirlas, quedé pasmada cuando vi que miles de ellas habían cubierto totalmente las paredes de nuestro edificio, por dentro y por fuera. Pululaban por todas partes. Felizmente, uno de los empleados… se puso a trabajar. En menos de una hora, no había más hormigas».
Después de narrar esta historia de insectos, mi amiga escribió: «¿Cómo andan las cosas en tu trabajo?». A veces, necesitamos que se nos recuerde qué precisan aquellos que han dejado las comodidades y los beneficios del hogar. Dios llama a cada uno a diferentes sendas de servicio, y algunas son accidentadas. A nadie le agrada trabajar en una oficina invadida de hormigas, pero mi amiga no está allí para obtener ventajas.
Su corazón y el de muchos otros creyentes han sido capturados por Cristo, y consideran que abandonar las comodidades y los servicios «básicos» es poca cosa si se trata de honrar a Aquel que nos ama. Ellos necesitan nuestro respaldo tal como Pablo dependía de sus amigos filipenses: mediante la comunión (Filipenses 1:5), las finanzas (4:16) y el interés sincero (4:18). Cuando alentamos a nuestros amigos que han dejado el entorno familiar para servir a Dios en otras partes, mostramos nuestro amor al Señor, que los envió.