Dios envió a Jacob y su familia de vuelta a un indicador espiritual
donde el patriarca había experimentado un encuentro por
medio de un sueño, el cual le alteró la vida (Génesis 28:10-22).
Dios le dijo a Jacob que subiera a Betel y se estableciera allí, y que
construyera un altar. Jacob, impulsado por una convicción personal,
exigió la preparación de toda su familia: «Quitad los dioses extranjeros
que hay entre vosotros; purificaos y mudaos los vestidos» (35:2). En otras
palabras, estaba diciendo, «Está bien, vamos a Betel, pero no vamos a ir
así. Tenemos que limpiar la casa.» Quería que se diera una
transformación moral.

Un volcán puede erupcionar de repente de una familia
aparentemente tan sólida como la roca — una montaña que pensábamos
que no podia moverse comienza a temblar. Las erupciones pueden
incluir la repentina exposición de un romance, una adolescente
embarazada, un cargo por conducir bajo el efecto de sustancias tóxicas
o el alcohol, o incluso descubrir que nuestro hijo fue pillado haciendo
trampa en un examen.

Este concepto se aplica a la persona así como también a la familia.
Todos nosotros podemos ser montañas que erupcionan. Cuando suceden
las erupciones, seremos sabios al preguntarnos cuándo comenzaron
los temblores imperceptibles. Al igual que Jacob, podríamos comenzar
por mirar las grietas que se han abierto dentro de la roca por haber
transigido. Tenemos que insistir, hasta donde podamos, en una limpieza
meticulosa de la casa y en volver a asumir un compromiso.

En nuestra familia oramos juntos de manera activa, consideramos
a Jesús como el centro de todas las cosas, y celosamente vigilamos todo
lo que entra en nuestra casa . . . pero no siempre hemos sido tan
intencionados. Toda fortificación duradera en la familia Moore fue
empujada por una erupción repentina. Algo inesperado ocurrió que
nos dijo que necesitábamos reforzar las medidas de seguridad. Puede
que algunos de los sucesos les hayan parecido algo de menor
importancia a otras personas, pero eran indicios de problemas dentro de
nuestros muros. Otros sucesos fueron más graves. Todos llevaron a una
limpieza de la casa y a una urgente búsqueda de pureza. También
llevaron a «Beteles» en nuestras vidas — donde encontramos de Nuevo
a nuestro Dios.

Gracias a Dios, no tenemos que esperar una erupción interna antes
de hacer algo de limpieza de la casa espiritual y de buscar grietas en
nuestra pureza espiritual. Busquemos la salud espiritual para aumentar
nuestra santidad, sin que se tenga que requerir de una crisis. —BM