Durante el difícil embarazo de Mary, complicado con la
flebitis, tuvimos que combatir el temor cada día.
Increíblemente, ella nunca tuvo que pasar un día en el
hospital hasta que diera a luz a Josh. No hubo más coagulaciones
ni hemorragias. Todo salió absolutamente perfecto.
Pero no sabíamos que tendríamos semejante resultado tan
maravilloso. Nunca olvidaré la noche cuando me desperté a las
3 a.m. con un sudor absolutamente frío. Había soñado que Mary
no había sobrevivido al nacimiento de nuestro hijo. En mi sueño,
ella comenzaba a tener una hemorragia justo después de dar a luz
a Josh, y los doctores eran incapaces de detenerla. Ella moría y
yo me quedaba con tres hijos menores de cinco años. Fue una
horrible pesadilla.

Había entrado en pánico absoluto ante el temor de lo que
podría pasar. El futuro se veía oscuro y mis fuerzas humanas
estaban minadas. No podía ver el siguiente paso, ni tampoco
Mary. Francamente, tampoco los doctores podían verlo. Estaban
haciendo lo major que podían, pero tampoco nunca antes habían
estado en esta precisa situación. Debo decir que todo se veía
sombrío. Estaba lleno de temor. Pero Dios habló a nuestros
corazones y nos sostuvo durante esa época difícil.

Esto me recuerda lo que Dios hizo por Josué hace tantos años.
El joven tenía que ponerse en unos zapatos enormes. Moisés se
había ido, y ahora, Josué era el líder nombrado del pueblo de Dios.
Se tenía que cruzar el Río Jordán y se tenía que tomar un
territorio. ¿Qué hizo Dios? Le dio a Josué una promesa y algunas
palabras de consuelo: «¡Sé fuerte y valiente! No temas ni te
acobardes, porque el SEÑOR tu Dios estará contigo dondequiera
que vayas» (Josué 1:9).

Dios prometió estar con Josué mientras él enfrentaba un
futuro desconocido. Él cumplió esa promesa de maneras
asombrosas. Y mi esposa y yo experimentamos la promesa de
Dios de que cuidaría de nuestra familia.
¡Sé fuerte y valiente en Dios hoy! Él proveerá la manera, pero
debemos ser valerosos en Él y seguir adelante. —SF