Caminaba por el centro comercial, agarrando firmemente un
vaso de helado de agua. Llámalo una regresión infantil, o el
anhelo por una época más sencilla y estable en la vida. Pero
había algo totalmente delicioso en ese momento sin complicaciones
en el que la-cuchara-de-plástico-roja-saca-el-helado-llega-a-la-lenguay-
sabe-bien. De algún modo sentí mayor paz de la que había sentido
en mucho tiempo.

Los meses anteriores habían estado llenos de cosas «urgentes» e
«importantes.» Ya que nuestro pastor necesitaba un poco de
descanso, yo había asumido una mayor participación como orador
en mi iglesia, encima de mi trabajo regular y mis responsabilidades
ministeriales. También había invertido mucho tiempo en las vidas
de personas que estaban sufriendo y confundidas — personas con
problemas profundos, de muchas capas, y del tipo que requiere
llamar-a-los-profesionales. Pero ahora yo estaba exhausto y
comenzando a molestarme con la iglesia y con todo lo que estaba
haciendo «para Dios.» De algún modo, ésta no era la manera en que
se supone debía ser el servicio a Dios.

Las cruzadas de Billy Graham por todo el mundo han
demostrado su llamado como evangelista. Pero incluso el ingenioso
Dr. Graham perdió una vez su enfoque. Por compromiso a un
antiguo amigo, aceptó la presidencia de una universidad cristiana
que también era un seminario bíblico. Al principio pensó que
podría formar una institución con una pasión por el evangelismo,
pero pronto descubrió que tenía muy poca paciencia para los
detalles administrativos que se requerían para el puesto. Cuando
renunció tres años después, Graham dijo en retrospectiva, «Dios me
llamó a ser un evangelista, no un educador.»

El nuestro es un gran mundo de necesidades espirituales, físicas
y relacionales. Pero somos finitos y no es posible que podamos
satisfacer todas estas necesidades por nosotros mismos. Somos parte
de un cuerpo que puede tratar de manera colectiva tales
necesidades en tanto que cada miembro hace el trabajo que es
único para él o ella. En una época de auto-adulación, he comenzado
a creer que podría hacerlo todo por mí mismo.

Mi don fundamental se encuentra en las comunicaciones
— hablar, predicar, escribir, y transmitir. No he recibido los dones
de misericordia o ayuda. En mi continuo caminar con Dios estoy
aprendiendo más para qué actividad Dios me ha formado.
¿Cómo va la evaluación de tu don? —SV