La fotografía era perfecta. Dos caritas redonditas, una de ellas con la traviesa sonrisa de un niño de cuatro años, y la otra, con mejillitas rellenitas de bebé. Los conjuntos de ropa combinaban, los niños se veían satisfechos, y la fotografía irradiaba perfección.

 

Sólo más tarde fue que supe que la imagen de la cabeza de uno de los niños había sido copiada y pegada de otra foto, y que los conjuntos de ropa que combinaban también se habían creado digitalmente. La fotografía ya no pera perfecta. La vida real había sido digitalizada.

 

¿Cuán a menudo nos presentamos unos a otros de manera similar? Al erradicar la verdad de quiénes somos, escondemos las luchas que estamos enfrentando en nuestro caminar con Jesús. Llenamos los espacios vacíos, copiamos palabras espiritualmente insulsas en nuestras conversaciones y pegamos sonrisas convincentes en nuestros rostros. Al enfrentarnos con nuestras falsas presentaciones, escondemos la verdad y terminamos viviendo dos vidas. Se ve aparentemente perfecto, pero en realidad es fabricado.

 

Como creyentes en Jesús, se nos llama a erradicar las cosas viejas: «ira, enojo, malicia, maledicencia, lenguaje soez de [n]uestra boca» (Colosenses 3:8), una tarea difícil en sí. Pero vestirse del «nuevo hombre» no es algo que simplemente incorporamos. Desarrollar el carácter de Jesús

 

 

Si bien hay momentos cuando desearía tachar palabras que he dicho y volver a escribir las frases de mi vida, madurar como cristiano no es agradable. Páginas en blanco aun después de horas de pensar, imágenes que no se alinean, y líneas que están saturadas de correcciones — muchas veces le he fallado a Dios, me he decepcionado a mí mismo, y he herido a otros. Aunque algo que es fundamental para nuestra capacidad para crecer a partir de estos fracasos, es la libertad de ser reales.

 

Dios no quiere reproducciones digitalizadas. Desea una relación real con nosotros, una relación en la que estemos dispuestos a abrirnos paso en la dura lucha hacia la madurez. Después de todo, ¿qué podría ser más perfecto que seamos escogidos y amados profundamente (v. 12) por Aquél quien es la verdad para todos nosotros? —RF