Su rostro estaba cubierto de lágrimas. Cuando le dieron la noticia esa mañana, una espada le atravesó el corazón.

 

Se rasgó las vestiduras, se rapó el cabello, la barba — consternado porque el pueblo de Dios había vuelto a hacer esto.

 

Ahora, justo después de las tres de la tarde, la hora del sacrificio vespertino en el templo, Esdras se arrodilló sobre el polvo, en los atrios del templo, con las manos extendidas, postrado en tierra, suplicándole a Dios.

 

A los israelitas se les había mandado no casarse con miembros de las naciones paganas de los alrededores (Deuteronomio 7:1-5). Siempre que el pueblo había desobedecido este mandamiento, las creencias paganas del cónyuge habían alejado al corazón israelita del único y verdadero Dios.

 

Varias décadas antes, Zorobabel había llevado a los israelitas de vuelta a Jerusalén luego de años de cautiverio babilónico. ¡Y ahora habían vuelto a desobedecer a Dios! Y lo peor de todo, algunos de los sacerdotes se habían casado así.

 

Ellos, más que nadie en el pueblo, sabían lo que Dios exigía. La nación estaba ahora inestable, propensa a la idolatría, y de camino al juicio. El destino mismo de Israel, como portadores de bendición al mundo, estaba en juego.

 

Mientras Esdras golpeaba el suelo en penitente angustia, una multitud se congregó lentamente alrededor de él. Dios estaba contestando la oración de Esdras. La multitud estaba llorando por su desobediencia. Secanías habló — había esperanza para el pueblo, y ésta se encontraría en el arrepentimiento. Los desobedientes tendrían que separarse de sus esposas e hijos extranjeros. Tres meses después, se investigó y se encontró que 111 hombres pusieron sus vidas a derecho (10:18.44).

 

La desobediencia es grave para Dios. Cuando somos desobedientes, el perdón sigue disponible. Cuando tratamos con la desobediencia de los demás, nuestra primera tarea es la oración.

 

El corazón de Esdras estaba quebrantado por las acciones pecaminosas de su familia de la fe. Pero no los condenó. En vez de ello, sumergió su cabeza en oración con lágrimas y llena de pasión. Dios respondió, derritiendo los corazones de los transgresores e inspirando a Secanías con una estrategia a seguir.

 

Puede que éste sea un buen plano a seguir para el avivamiento en nuestra generación. —SV