Aprincipios de su carrera, la meteoróloga Terri DeBoer era una periodista de televisión en Green Bay, Wisconsin.
Cuando, de camino a casa de la escuela, cinco muchachas adolescentes fueron arrolladas por otro adolescente que había perdido el control de su automóvil, fue tarea de Terri contactar a los familiares de estas muchachas para ver si tenían alguna declaración que dar.
Todos hemos visto a los periodistas de televisión que parecen abalanzarse sobre alguna familia acongojada, diciéndoles, «¿Cómo se sienten?» Hace que uno quisiera gritar, «¡Tan sólo déjenlos en paz!» La tarea tampoco le hacía ninguna gracia a Terri.
Normalmente, cuando las personas se molestaban con lo que percibían como insensibilidad, ella simplemente se disculpaba y se alejaba. Sin embargo, también llegó a darse cuenta que algunas veces alguna familia quería hablar, y quería que los demás supieran más acerca de su ser amado y no simplemente la manera en que éste había muerto.
Cuando vacilante tocó a la primera puerta, un hombre con ojos obviamente enrojecidos por el llanto dijo, «Sí, quisiéramos decir algo. Nuestra hija amaba a Jesús con todo su corazón y lo había aceptado como su Salvador. Nuestros corazones están sufriendo. La extrañamos tanto. Pero sabemos que la volveremos a ver. Y nos consolamos en ello.»
Terri, quien se había criado en una familia que jamás había ido a la iglesia, quedó asombrada. Su incredulidad continuó cuando fue a las siguientes cuatro casas. Cada una de las familias de las muchachas dieron respuestas similares. ¡Las cinco muchachas habían conocido a Jesús como su Salvador! Cuando sus familias enfrentaron la pesadilla de las muertes de sus hijas, pudieron encontrar paz, consuelo, e incluso gozo en la fe de ellas.
Esa experiencia fue el comienzo del propio despertar espiritual de Terri DeBoer. Dios usó el testimonio de esos padres para iniciar a Terri en su andar de fe. No fue mucho tiempo después que ella también recibió a Jesús como su Salvador personal.
Aunque no siempre podemos conocer los «por qués» de la vida, podemos confiar en que Dios no sólo está al tanto de nuestro sufrimiento, sino que tiene el control de la situación (Romanos 8:28). Y en Su perfecto plan, Él usa nuestro sufrimiento para Su gloria. —CK