¿Has escuchado la canción de los años 70, Tie a Yellow Ribbon ‘Round the Old Oak Tree(«Ata una cinta amarilla al tronco del viejo roble»)?
La letra va así: «Sigo en la cárcel y mi amor todavía tiene la llave, una sencilla cinta amarilla es lo que necesito para quedar libre.» Cuenta la verdadera historia de un hombre que volvía luego de haber estado en la cárcel, y que busca el perdón de su esposa. Ella había de hacerle saber que lo perdonaba atando una cinta amarilla al tronco del viejo roble. Cuando el hombre estaba en el autobús ya cerca de casa, quedó sorprendido al encontrar todo el árbol cubierto de cintas amarillas — dándole la bienvenida de vuelta. Se trata de una conmovedora canción acerca del perdón.
La Red de Acción Comunitaria de Singapur para la Rehabilitación de Ex-Criminales (CARE, siglas en inglés) usó la cinta amarilla como su tema de proyecto para ayudar a ex- criminales para su reinserción en la sociedad. Mi iglesia apoyó el Proyecto Cinta Amarilla y mostró un video clip de niños y niñas visitando a sus madres en la cárcel el Día de la Madre. Fue un momento emotivo cuando las madres arrepentidas tuvieron una oportunidad de ver a sus hijos e hijas, y los niños y niñas lloraron cuando llegó el momento de separarse.
La lección del perdón es clave en la parábola que Jesús contó en Mateo 18. El siervo a quien su amo había perdonado una gran deuda se negó a perdonar una pequeña deuda que su consiervo le debía. Si pensamos en cuánto nos ha perdonado Dios, nos será más fácil perdonar a aquéllos que nos han hecho mal. Pero a menudo nos olvidamos de la gracia de Dios en nuestras vidas, y pensamos que somos más justos que la persona que nos hirió.
En otra historia, Jesús describió a un padre que preparó un banquete para darle la bienvenida a casa a su hijo pródigo (Lucas 15:11-24), algo muy parecido a la mujer que cubrió el árbol con cintas amarillas para un hombre que una vez se había descarriado.
¿Cómo respondemos a la espléndida gracia de Dios cuando nos enfrentamos a la deuda «imperdonable» que alguien tiene con nosotros? ¿Qué «cinta amarilla» debemos extenderle a alguien hoy? —JL