No sé mucho sobre ser perseguida. Mi bienestar físico nunca se vio amenazado por lo que creo ni por lo que digo. Lo poco que «sé» sobre el tema proviene de lo que escucho o leo. Pero no es así para muchos hermanos en Cristo alrededor del mundo. La vida de algunos peligra todos los días porque aman a Jesús y desean que otros también lo conozcan.
Hay otra forma de persecución que tal vez no sea amenazante, pero que destroza el corazón: la que surge de los miembros de la familia que no son creyentes. Cuando los seres queridos ridiculizan nuestra fe o se burlan de lo que creemos y de cómo demostramos nuestro amor a Dios, nos sentimos rechazados y despreciados.
Pablo les advierte a los creyentes que seguir a Cristo generará persecución: «… todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución» (2 Timoteo 3:12), y sabemos que el rechazo a veces vendrá de parte de aquellos a quienes amamos (Mateo 10:34-36). Pero cuando nuestros seres queridos rechazan el amor de Dios, lo tomamos en forma personal.
Jesús nos dijo que oráramos por quienes nos persiguen (Mateo 5:44), y esto incluye a otros aparte de los desconocidos que nos odian. Dios puede darnos gracia para perseverar en medio de la persecución, aun cuando esta provenga de aquellos a quienes amamos.