Mientras mi hijo estaba en casa de visita, una mañana, golpeó a la puerta de mi oficina y me preguntó qué estaba haciendo. «Me estoy preparando para la escuela dominical», le respondí. Entonces, pensando en todo el tiempo que pasaba en mi oficina, agregué: «Parece que siempre estoy preparándome para algo».
Doy gracias a Dios por las oportunidades que me brinda de interactuar con otros. No obstante, siempre produce un poco de estrés estar siempre preparando algo para alguien. Resulta difícil equilibrar las prioridades cuando la presión para preparar una lección, un mensaje o un documento da vueltas en la mente continuamente.
Esta idea de la preparación constante me intrigaba, así que busqué en la Biblia para ver si habla del tema, y encontré que se nos insta a estar preparándonos siempre. Un corazón dedicado a Dios debe prepararse para servirlo (1 Samuel 7:3); tenemos que estar preparados para hacer buenas obras (2 Timoteo 2:21) y para defender la verdad de las Escrituras (1 Pedro 3:15); y Pablo nos recuerda que aun nuestras ofrendas requieren una planificación (2 Corintios 9:5).
Esto es solo el comienzo. Vivir una vida agradable al Señor exige preparación mental, espiritual y física. Pero no hay por qué estresarse, ya que Él nos capacita con su poder. Pidámosle que nos guíe mientras nos preparamos para servirlo, honrarlo y hablar a otros de Él.