En el 2010, mis hermanos y yo celebramos los 90 años de nuestro papá. Hicimos una gran fiesta con mucha comida y camaradería. Nos reunimos con parientes y amigos en la sala. Tocamos música y cantamos toda la tarde al son de un banjo, una guitarra, una mandolina, una flauta, un contrabajo y un tambor irlandés. Había una torta grande con estas palabras escritas en la cobertura: «Aleluya. Bienaventurado el hombre que teme al Señor. —Salmo 112:1. Felices 90 años, Hal».

Después, cuando examiné el Salmo 112, me impactó ver cómo parecía describir a mi papá, quien había caminado con el Señor durante más de 50 años y que ahora está en el cielo con Él. Tuvo sus sinsabores y errores, pero su fe inquebrantable le trajo muchas bendiciones. Este salmo nos declara que la persona que demuestra temor reverencial hacia Dios y que se deleita en sus mandamientos será bendecida. Como resultado de esa creciente fe e integridad, el Señor no solo bendecirá al creyente en forma individual, sino también a sus hijos (v. 2).

Este salmo nos desafía a mostrar una reverencia sincera a Dios y a estar constantemente dispuestos a obedecer de todo corazón sus mandamientos. Si lo hacemos, cuando echemos una mirada a nuestro pasado (sin importar que hayan transcurrido muchos o pocos años), sabremos que el Señor nos ayudó a vivir una vida honorable.