Antes de que la película de Mel Gibson, La pasión de Cristo, se estrenara, el director se sentó con Diane Sawyer en su programa de entrevistas de la ABC, Primetime Live, para responder a acusaciones de antisemitismo, inexactitud histórica, y «para colmo», ilustraciones violentas del sufrimiento de Jesús.
La información en la entrevista fue interesante, pero hubo otros momentos fascinantes, momentos en que Gibson bajó la guardia, se hizo vulnerable y habló con el corazón acerca de cómo la vida y el mensaje de Jesús lo habían cambiado radicalmente.
Él seguía haciendo un gran esfuerzo para asegurarse de que ella entendiera que él era «creyente». Él quería que ella supiera que esta historia no se contaba desde la posición ventajosa de un historiador desapasionado, sino que la contaba alguien que había aceptado las afirmaciones de Jesús como verdaderas. En uno de estos momentos, Gibson dijo: «Tengo que creer.»
«¿Tienes que creer?» —preguntó una Diane Sawyer confundida.
«Tengo que hacerlo.»
«¿Por qué?»
Él respondió de manera intensa: «Para poder tener esperanza. Para poder vivir.»
Las palabras de Gibson hacen eco dentro de mí. Tengo una ligera sensación de lo que es creer que toda mi esperanza, toda mi existencia depende de Aquel que se llama a Sí mismo Dios. Si Él no es quien dice ser, he puesto toda mi confianza en un engaño. Entonces ciertamente soy digno de lástima (1 Corintios 15:19).
David dijo palabras similares. Él temía venirse abajo y fracasar. Era más que un temor; asumía que era algo inevitable. Estaba atribulado y habían abusado de él. La vida lo había dejado agotado. Y así se quejó usando palabras que sólo una persona bien experimentada en quejas conocería. Son sencillas, directas, van al grano. «Dios, Tú mismo eres, mi única esperanza. O eres Tú o nada. Tú o la muerte» (véase el Salmo 142:5).
David estaba desesperado y sus palabras fueron pocas. Su única esperanza era Dios. Su Creador le ofreció el único respiro en medio de la agitación en que se encontraba. David dijo que tenía que creer. Para poder tener esperanza. Para poder vivir.
Mel y David están en compañía de la misma Persona. Unámonos a ellos. —WC