Toda la iglesia —y cada miembro de ella— están llamados tanto a participar en el mundo como a estar separados de él, tanto al «mundo» como a la «santidad». No a un mundo que sea pecaminoso, ni a una santidad que no sea realista, sino a un «mundo santo», a una verdadera separación para Dios que se viva en el mundo, el mundo que Él hizo y que redimió al enviar a su Hijo. John Stott, escritor y orador
Puede que estés pensando: Vaya, John, eso es lindo, pero es más fácil decirlo que hacerlo.¿Cómo nos adentramos en la porquería de este mundo sin que ésta se prenda de nosotros y nos arrastre hacia abajo? ¿Cómo iluminamos los callejones oscuros sin vernos atraídos a los señuelos mundanos que tal vez encontremos allí?
Separados para ser santos, pero también enviados a la creación caída para ser usados por Dios en su proceso de redención a los demás. Ese es el plan.
Como en todos los buenos planes, lo que puede que parezca irreal en el mejor de los casos, o imposible en el peor, de hecho viene con previsiones perfectas. Jesús nos permite ir al mundo como personas santas que pueden llegar hasta la oscuridad sin ser cubiertas por ella. He aquí cómo:
Su morada en nosotros.Jesús oró diciendo: «Yo en ellos, y tú en mí» (Juan 17:23). Profundas palabras. El Hijo podía hacer su obra porque el Padre estaba en Él, amándolo y guiándolo. Jesús mora dentro de nosotros por medio del Espíritu Santo.
Su santificación.Jesús oró a su Padre: «Y por ellos yo me santifico, para que ellos también sean santificados en la verdad» (Juan 17:19). Él estaba señalando la cruz. Jesús se separó para preparar el camino para nosotros. Al morir a sus deseos humanos y elegir aceptar la cruz obedientemente, nos dio ejemplo para caminar en santidad en este mundo.
En una manera práctica, esto significa que podemos caminar con pecadores, tal y como Él lo hizo, sin entrar en el pecado. Su poder y la capacidad para morir a los deseos terrenales han sido plantados dentro de nosotros (Gálatas 2:20).
Somos llamados a un «mundo santo». ¡Vé, en el poder de Jesús! —TF