Entonces, ¿cómo va ese buen propósito para el Año Nuevo? ¿Has estado yendo al gimnasio cada día? ¿Has estado estudiando con más ahínco en la escuela? ¿Estás llegando a tiempo al trabajo cada día? Si eres como la mayoría de las personas (incluyéndome a mí), probablemente te olvidaste de tu buen propósito en algún momento de febrero o marzo. La mayoría de los buenos propósitos para el Año Nuevo son sólo pelusa superficial y no tienen peso real.

¿Un buen propósito de romper el círculo vicioso de la pelusa? Haz tu propio buen propósito «cada día» para Dios. Si bien puede que parezca más cómodo, no necesitas de ningún feriado ni de ningún evento especial para hacer una promesa a Dios. Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos (Hebreos 13:8). Él siempre está listo para escuchar el deseo de nuestro corazón.

David y Pablo hicieron dos «buenos propósitos» de cada día. David comprendía que Dios conocía cada una de sus acciones y pensamientos; así que tomó la determinación de no permitir que saliera de su boca nada que decepcionara a su Señor (Salmo 17:3). Pablo comprendía su posición y responsabilidad como seguidor de Jesús. Sabía que sus acciones y su comportamiento dejaban una impresión en los que tenía a su alrededor, tanto creyentes como incrédulos. Tomó la determinación de mantener cada aspecto de su vida centrado en Jesús para no dar una falsa impresión de cómo se supone que debían ser los cristianos (1 Corintios 2:2).

Esos dos hombres distaban de ser perfectos. David tuvo un romance con la esposa de otro hombre. Antes de ser creyente, Pablo perseguía cristianos. A pesar de sus pasados, ambos se arrepintieron y lucharon por ser todo lo que Dios quería que fueran: no en sus propias fuerzas, sino por la gracia de Dios. Ellos consideraban a Dios la primera prioridad en su vida. No esperaron a que llegara un año nuevo para tomar la determinación de hacer lo mejor de lo mejor para Él y para quienes les rodeaban. Lo hicieron de inmediato.

¿Es momento de que hagas tu propio buen propósito de cada día para Dios? No será fácil mantenerlo.
Pero no hay un buen propósito que sea más importante.
—Matt Johnson, Pensilvania