¿Qué dice la forma de tus orejas acerca de ti? Si fueras un perro, ¿de qué raza serías?
Si miras cualquiera de las pruebas de personalidad que hay en la Internet probablemente encuentres preguntas como esas. Existen muchos sitios en la red que te ayudan a explorar qué clase de amigo eres, qué clase de trabajo disfrutarías, y qué clase de persona sería tu pareja más compatible.

El fundador de uno de esos sitios dice que la idea detrás de esas pruebas es dar un golpecito al tema favorito de las personas: ellas mismas. Una mujer que conoció a su prometido contestando preguntas en un sitio para unir parejas en la red dice: «Son divertidos. Me encanta hacer… cualquier cosa que me haga investigar un poquito más acerca de mí misma.»

Es importante examinar qué clase de persona somos, qué nos gusta, qué no nos gusta y en qué creemos, especialmente cuando dejamos el hogar de nuestros padres, nos casamos, comenzamos una nueva carrera y establecemos nuestra propia familia. Una una nueva carrera y establecemos nuestra propia familia. Una buena mirada a nuestro interior hoy puede ahorrarnos algunos momentos difíciles mañana.

Pero, ¿y cuando nos preparamos para participar de la Cena del Señor? La comunión requiere que nos examinemos a nosotros mismos (1 Corintios 11:28), que confirmemos en nuestro corazón que, sí, somos seguidores de Jesús, que aceptamos su sacrificio como suficiente para la salvación de nuestra alma. Debemos confesar todo pecado conocido antes de participar del pan y de la copa. De otro modo, como escribió Pablo, juicio traemos sobre nosotros si comemos y bebemos «indignamente» (v.27).

Es muy fácil que la Cena del Señor se convierta simplemente en otra parte regular de la «vida de iglesia», algo que sólo sucede una vez al mes, una vez cada trimestre o una vez a la semana. Pero participar en la comunión es un acto serio de adoración, y de recordar lo que Jesús hizo por cada uno de nosotros —por ti— en la cruz.

En los momentos (incluso las horas) antes de la Cena del Señor, dedica algún tiempo a examinarte a ti mismo. Luego, recuerda por lo que Jesús pasó para llevar sobre sí el juicio de Dios por tu pecado, de manera que tú no tuvieras que hacerlo.  —TC