En los tiempos bíblicos, las viudas solían vivir en la pobreza. Rut y su suegra Noemí enfrentaron esa situación después de la muerte de sus respectivos esposos. Pero Dios tenía un plan para brindarles seguridad, que además, incluía a Rut como parte vital de un diseño mucho más importante.

Booz, un acaudalado terrateniente, conocía y admiraba a esta mujer (Rut 2:5-12), pero una noche, se sorprendió cuando, al despertarse, la vio acostada junto a sus pies (3:8). Rut le pidió que extendiera su manto sobre ella para indicar que por ser un familiar cercano, estaba dispuesto a ser su «pariente que [la podía] redimir» (v. 9 nvi). No solo le pedía protección, sino que se casara con ella. Y él estuvo de acuerdo (vv. 11-13; 4:13).

¡Qué lejos de ser una típica historia romántica! Sin embargo, ¡la decisión de Rut de seguir las instrucciones de Noemí (3:3-6) desencadenaron una serie de acontecimientos que la incluyeron en el plan divino de redención! De aquel matrimonio nació un hijo, Obed, el futuro abuelo del rey David (4:17). Después de varias generaciones, José nació de aquel linaje y se convirtió en el «padre legal» del hijo de María (Mateo 1:16-17; Lucas 2:4-5): Jesús, nuestro Pariente Redentor.

Rut confió en Dios y obedeció las indicaciones de Noemí, aunque desconocía el desenlace. Nosotros también podemos confiar en que el Señor se ocupará de nosotros cuando la vida sea incierta.