Imagínate que tienes 14 años y que no tienes tutor, hogar ni identidad. Esa realidad era la difícil situación de un joven llamado Ilone.
Nacido y criado en Mozambique, tuvo la desgracia de no tener documentación alguna de su existencia. Su madre nunca idió un certificado de nacimiento y él nunca había ido al colegio.
La madre de Ilone, pensando tal vez que su hijo mayor ya estaba listo para vivir solo, lo dejó atrás al irse a Sudáfrica con sus hijos más pequeños. Pronto, el adolescente sin hogar le fue presentado a Jeff y Caryn Hakes. La pareja misionera sabía que Ilone necesitaría una identidad antes de poder comenzar el colegio y avanzar en la vida.
Jeff y su joven amigo dedicaron unas cuantas semanas yendo a las oficinas gubernamentales. Finalmente, un funcionario de registros regionales informó a Jeff que los documentos de Ilone estaban listos. Cuando Ilone recibió sus documentos de «identidad», Jeff sonrió y exclamó: «Para bens, Ilone. ¡Vocé existe!» («Felicitaciones, Ilone: ¡Existes!)».
En su carta a los gálatas, Pablo usó mucha tinta para hacer que sus lectores pensaran en lo que significaba la identidad de ellos en Jesús. Argumentó que sólo a través de la gracia de Dios —en Su Hijo— somos liberados del pecado y recibimos nueva vida. Por medio de la obra sobrenatural de Dios, ocurre un cambio dentro de nosotros y nos convertimos en «una nueva creación» (Gálatas 6:15).
Al concluir su carta, Pablo estableció un contraste una vez más. Por un lado estaban los «legalistas», aquellos que predicaban un falso evangelio de cambio externo a través de la circuncisión. Su deseo era verse bien y evitar ser perseguidos (v.12). Por otro, estaban Pablo y los creyentes, proclamando que habían experimentado un cambio interno ocasionado por la gracia de Dios.
Si has recibido a Jesús como Salvador, tu identidad se encuentra en Él, no en las cosas externas hechas en la carne. Pablo te dice: «¡Felicitaciones! ¡Por medio de la gracia de Dios eres una nueva criatura!» —TF