Afin de prepararse para el papel de su vida en la película La Pasión de Cristo, Jim Caviezel dijo: «Oré para no interponerme en el camino, para que la gente sólo viera a Jesús, no a mí. Oré así: “Jesús, no sé hacer esto. Si llegara a ser posible, tal vez Tú podrías hacer la interpretación.”»
Yo también me había preparado para la película, ¡me preparé tan sólo para verla! Vi los avances y varias entrevistas con Mel Gibson y Jim Caviezel. Leí todo lo que pude encontrar. Traté de hacerles algunas preguntas a las personas que ya la habían visto.
Sin pensarlo en realidad, estaba haciendo todo lo que podía por embotar toda emoción y no quedar deshecha.
Y dio resultado. Cuando vi a Jim Caviezel arrodillándose en el huerto de Getsemaní, en lo único que pensaba era en Jim Caviezel. Lo miré a los ojos. Lo imaginé con el cabello más corto y sin barba. Pensé en los otros papeles que lo había visto interpretar. Pensé: es una elección realmente buena para este papel.
Pero en algún momento, en medio del brutal azotamiento, me olvidé de que estaba actuando. Cuando miré a Jim comencé a ver a mi Jesús, a mi Salvador. Me estremecí cuando lo golpearon. Daba gritos ahogados cuando caía una y otra vez. En silencio grité: «¡Alto! ¡Dejen de hacerle daño!» Quedé entumecida cuando los soldados lo empujaban y se burlaban de él cruelmente, y sollocé cuando le aporrearon los clavos a través de las manos y los pies.
Antes de ver la película, alguien me había advertido: «En último caso puedes cerrar los ojos… pero trata de mantenerlos abiertos.» Lo hice. Al final de la película estaba respirando profundamente y no me podía mover del asiento.
Sentía como si yo hubiese estado allí.
Para mí, la oración de Jim fue contestada. La suya fue una oración que debe ser el deseo de cada uno de los que tenemos a Jesús viviendo dentro de nosotros: Amado Señor, ayúdame a no interponerme en el camino. Ayuda para que las personas sólo te vean a Ti. —CK