Para muchos londinenses, 1666 parecía ser el año del regreso de Jesús. Los adeptos a las profecías habían sumado 1.000 años, desde el nacimiento de Cristo, a 666, el número del anticristo, para obtener esa fecha.
El mundo parecía estar al borde de la destrucción cuando, en 1665, una peste se cobró la vida de 100.000 personas en Londres. Más tarde, en septiembre de 1666, un incendio destruyó decenas de miles de edificios. Algunos se preguntaban: ¿La Biblia no predecía catástrofes para el fin del mundo? (ver Mateo 24:1-8). Sin embargo, aquel año pasó y la vida continuó como era antes.
En nuestra época, también hay personas que predicen el fin del mundo. Se anticipa una fecha, los medios de comunicación se ocupan de la histeria que genera y, después, ese día no pasa nada.
En la sabiduría de Dios, no se nos ha revelado el momento exacto de la venida de Cristo. Jesús dijo: «Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre» (Mateo 24:36). Este aspecto impredecible del regreso del Señor ayuda a mantener a los creyentes constantemente motivados en el servicio cristiano y en el crecimiento espiritual… no solo cuando se acerca una determinada fecha (25:1-13; 1 Juan 3:2-3). Ten la certeza de que el retorno personal de Cristo se producirá. Mientras aguardamos ese día, nuestra conducta debe manifestar una «santa y piadosa manera de vivir» (2 Pedro 3:11)