Algunas personas simplemente no aceptan ser disuadidas. No importa si las ignoras, las rechazas, o si les dices que desaparezcan. Están decididas y no se dan por rechazadas. Mi hijo Wyatt, de un año y 7 meses de edad, es así. Las personas amables comentan sobre su «enfoque». Las personas menos amables lo describen de otras maneras. Yo (normalmente) creo que es grandioso. Ya veo que la fuerza mora en su corazón.
Bartimeo era ciego pero tenía esa fuerza. Desesperado porque Jesús se detuviera y notara su presencia, gritó su pedido a voz en cuello (lo que sonaba más como una demanda) para que el Hijo de Dios se detuviera y mostrara misericordia hacia él. Nadie en la multitud valoró la persistencia de Bartimeo. Ellos querían que él se fuera, que se callara. Estaba mugriento y asqueroso. Daba vergüenza. Pero no se le podía negar. Cuanto más fuerte gritaba, tanto más le ponía mala cara la muchedumbre que pasaba. Estaban cansados de que se les molestara.
Pero Jesús no lo estaba. Él escuchó la voz áspera, aunque decidida, y se detuvo. La multitud debió haber quedado cautivada cuando el Gran Maestro y el ciego campesino se encontraron. Las palabras de Jesús al mendigo fueron francas y sencillas. «¿Qué deseas que haga por ti?»
Parece algo sencillo de responder. Así lo pensaba hasta que alguien recientemente me hizo la pregunta. Me preguntaron deliberadamente: «¿Qué dirías si Jesús te preguntara qué es lo que quieres?»
¿Que qué es lo que quiero? ¿Por qué es algo tan difícil de responder?
Curiosamente, parece que rara vez nos preguntamos qué es lo que queremos de parte de Dios. Tal vez dudamos porque parece ser una petición egoísta. Creo que la verdad es que no le pedimos nada a Dios porque creemos que ya tenemos todo lo que necesitamos.
A diferencia de Bartimeo, estamos cómodos y conformes. Nada es perfecto, por cierto. Pero estamos lejos de la desesperación, lejos del quebrantamiento.
Bartimeo contestó sin vacilar: «Que recobre la vista» (Marcos 10:51). Él conocía lo impotente que era ante su difícil situación. No se hacía falsas ilusiones en cuanto a mejorar por sí mismo. Él sabía lo que quería, y sabía que Jesús era la única Persona que alguna vez podría ayudarlo. ¿Lo sabes tú? —WC