No sé si esto sucede en todos los matrimonios, pero, por alguna razón, yo tiendo a desconectarme de todo lo que me rodea y a concentrarme en mis propios pensamientos. Esto es especialmente frustrante para mi esposa Martie cuando está hablándome de algo importante. Cuando nota la mirada perdida en mis ojos, suele decir: «¿Escuchaste algo de lo que dije?».

Escuchar es una parte importante de cualquier relación interpersonal; en especial, en nuestra relación con Cristo. Si somos de Él, tenemos el privilegio de comunicarnos por medio de su Palabra y por la obra del Espíritu Santo en nuestro corazón. Sabemos que estamos prestándole atención al verdadero Pastor cuando su voz nos guía a la justicia, el amor y la gracia, y a todo lo coherente con su carácter y voluntad. Tal como Jesús lo manifestó cuando se identificó como el «buen pastor», en Juan 10, aquellos que lo escuchan diligentemente se convierten en sus seguidores consagrados (v. 4) y son transformados a su semejanza.

Así como el escuchar atentamente a tu cónyuge o a un amigo le transmite reconocimiento y aprecio, prestar suma atención a la voz de Cristo es una manera de reafirmar cuán importante es Él en tu vida. Por lo tanto, dejemos de lado las distracciones de la vida, sintonicemos su voz y oremos pidiendo gracia para hacer lo que nos dice.