Karina estaba emocionada por su salida del viernes por la noche. José la había invitado a cenar y al juego de fútbol. No sólo le gustaba el fútbol y la comida, sino que también le gustaba mucho José. Karina quería causar una buena impresión en él, por lo que se puso su blusa más mona, pantalones cómodos y sus zapatos más modernos. ¡Se veía fabulosa!
Después de cenar se excusó para ir al cuarto de damas. Se arregló el cabello y se puso más brillo en los labios. ¡Perfecto! Justo antes de salir sonrió al espejo y notó un trocito de jalapeño justo entre los dos dientes frontales. Y pensó: ¡Qué feo se ve! Debería ocuparme de eso. Mejor no. Lo haré después. Me estoy divirtiendo mucho.
Puede que eso nunca suceda en la vida real, pero sí sucede mucho en nuestra vida espiritual. La Biblia dice que debemos no sólo mirarnos en el espejo (leer y reflexionar en la Palabra de Dios), sino también hacer lo que dice. Alejarse de la Palabra de Dios sin dejarla que nos cambie es como irse con cosas verdes en los dientes.
Pasar tiempo en la Palabra de Dios y pensar en cómo nos relacionamos con los demás nos ayuda a ver el pecado en nuestra vida. Vemos el «jalapeño» entre los dientes. Pero entonces vemos que no podemos deshacernos del pecado sin la ayuda de Dios. Vemos nuestra necesidad de Dios porque nos hemos visto a nosotros mismos.
Pídele al Espíritu Santo que te revele tu pecado y te ayude a cambiar. Eso puede requerir confesar algo a una amiga, deshacernos de algo en nuestra vida, o algún otro sacrificio de nuestra parte. La Palabra de Dios nos puede hacer sentir bien acerca de nosotros mismos mientras reflexionamos en nuestra nueva vida en Jesús. También nos ayuda a reflexionar en la santidad de Dios, revelándonos nuestro pecado.
Mira en la Palabra y déjala hacer su obra. —AS