Un programa de televisión en el Canal de Historia, mostraba los aeropuertos más peligrosos del mundo. El que me llamó la atención ya no opera, pero en una ocasión volé hacia allí. Coincido en que el Aeropuerto Kai Tak de Hong Kong era, sin duda, un recorrido estremecedor para los pasajeros y un desafío para los pilotos. Si uno llegaba desde una dirección, había que sobrevolar los rascacielos y, después, esperar que el avión se detuviera antes de caer al mar. Si se venía del otro lado, parecía que iba a chocar con una montaña.
Me sorprendí al oír que un piloto que solía comandar aviones llenos de gente al Kai Tak dijera: «Echo de menos aterrizar en ese aeropuerto». Pero creo que sé lo que quería decir. Como piloto, le gustaba el desafío. Su confianza se basaba en su habilidad y en su dependencia de aquellos que lo guiaban desde la torre de control.
Con mucha frecuencia, nos encantan los desafíos. Sin embargo, las personas sobre las que nos gusta leer en la Biblia se destacaban porque batallaban contra ellos. Piensa en Pablo. Confiando en la ayuda de Dios, enfrentaba directamente los problemas… y los superaba. Cristo le prometió esto al apóstol y a nosotros: «… Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad…» (2 Corintios 12:9). Siguiendo el ejemplo de Pablo, que confiaba en el cuidado del Señor, podemos decirle al próximo desafío: ¡Métele!