Me encontraba conduciendo mi camioneta mientras escuchaba a la Dra. Laura ofrecer consejo y guía moral a sus radioescuchas. Había dado un buen consejo a una joven y luego le dijo que fuera y lo aplicara a su «constelación». Se estaba refiriendo a la gente que  conforma el mundo de esta joven, su «galaxia». Familia, amigos, compañeros de trabajo, compañeros de cuarto e incluso los parientes lejanos forman nuestra «constelación», nuestro universo de influencia.

John Donne (1572-1631), célebre miembro del clero inglés y escritor, sabía muy bien que estamos conectados entre sí con mucha gente. Lo que toca a uno —dijo— toca a todos. Nuestras palabras y obras afectan a quienes nos rodean… a veces profundamente. De la misma forma, los acontecimientos de otras vidas nos influyen.

En la Meditación 17, Donne escribió: «Nadie es una isla en sí mismo; todo hombre es una pieza del continente; parte de tierra firme; si un terrón fuera arrastrado por el mar, Europa sufriría.» Y prosiguió a hacer una aplicación personal: «La muerte de cualquier hombre me resta a mí, porque estoy involucrado en la humanidad; y por tanto, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.»

En la época de Donne, las campanas de la iglesia sona ban para anunciar la muerte de un miembro de la parroquia. Su sonido obligaba a la gente a pensar en su propia muerte. Todavía es así. La muerte nos toca, como pasó con la muerte de los siete astronautas abordo del Columbia, porque todos estamos conectados por nuestra humanidad compartida.

Este es el punto: nuestras palabras, obras y gestos impactan a aquellos que forman parte de nuestro mundo. Las malas decisiones que tomamos se extienden a los más lejanos rincones de nuestra «constelación». También sucede con nuestras decisiones sabias, nuestros actos de amabilidad y nuestras expresiones de respeto, preocupación y amor.

Jesús, la Luz del mundo, nos dijo: «Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mateo 5:16). Causemos un impacto en la constelación de nuestra influencia para el bien de la humanidad y gloria de Dios.  —DCE