Entré en la iglesia débilmente iluminada de Queens, Nueva York. Aftershock, el ministerio de los viernes por la noche de la Explosión Juvenil en la iglesia Christ Tabernacle, ya estaba estremeciendo el edificio. El lugar estaba repleto de adolescentes; la música rapy el hip-hopsonaban a toda fuerza por las bocinas. Yo enía que hacer un esfuerzo para escuchar lo que me decían.
Durante todo el día escuché: «¿Vas a ir a Aftershock? Vamos a orar por ti.» O si no: «¿Aftershock? Eres valiente.» No me imaginaba qué podía ser tan atemorizador en una reunioncita de adolescentes en una iglesia. Lo que no sabía era que no era una «reunioncita». Tal como vi cuando entré, no eran unos cuantos adolescentes. ¡Eran como 500! Y no sólo muchachos de la iglesia, sino pandilleros y antiguos pandilleros, muchachos de hogares divididos y estilos de vida de drogadicción.
Fue entoncescuando entendí los comentarios.
A un lado del escenario noté una enorme caja que tenía el frente de acrílico. La caja contenía cuchillos, cortadores de cajas, colores de pandilla, discos compactos seculares y otros remanentes de viejos estilos de vida que los asistentes ponían allí. Me dijeron que los muchachos ponían en la caja las cosas que estaban listos para dejar, cosas que o bien les impedían acercarse a Jesús, o que habían interferido en su relación con Él. Estos jóvenes habían encontrado esperanza en Él y eran nuevas criaturas (2 Corintios 5:17). Ya no necesitaban esas cosas.
Me senté y me pregunté cuáles cosas en mi vida me impedían tener una relación más estrecha con Jesús. ¿Qué tengo que dejar? El libro de Hebreos nos exhorta a que «despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve» (12:1).
Tal vez vayas a ser como Jeffrey, quien echó un par de zapatos tenis de 110 dólares y se fue a su casa descalzo por el deseo de tener una relación más profunda con Jesús.
Piensa en tu propia vida. ¿Qué tienes que dejar? Adelante. Ponlo en la caja. —PW