El nombre de Judas no aparece en ninguna lista de nombres opulares para bebés. Parece que los padres no desean poner a sus recién nacidos un nombre que es sinónimo de traición. Pero la verdad es que ninguno de nosotros puede evitar la asociación, porque todos hemos traicionado a Jesús de alguna manera, en algún momento, incluso los que creemos que son los más devotos.
El pasaje bíblico que habla de Judas también habla de otro acto infame. Pero el culpable en la historia paralela se recuerda, no como un desertor, sino como un devoto discípulo. Su nombre es Pedro, y hoy día lo recordamos como aquel a quien Jesús le dio una calurosa bienvenida a sus brazos y a quien le dijo: «Apacienta mis ovejas» (Juan 21:17).
¿Qué marcó la diferencia? ¿Por qué la vida de un discípulo terminó en un suicidio sin remedio y la otra continuó en un servicio lleno de esperanza?
Algunos podrían sugerir que fue porque Judas no se arrepintió. Sin embargo, él admitió su culpa. «He pecado entregando sangre inocente» —dijo Judas a los que le pagaron por entregar a su Amigo (Mateo 27:4). Entonces, ¿por qué salió y se mató?
Igual que Pedro, Judas sintió remordimiento. Pero la tristeza por el pecado no necesariamente conduce al arrepentimiento (2 Corintios 7:10). Yo creo que él sabía que era culpable, pero no creía que podía ser perdonado. Por tanto, Judas concluyó que la muerte era la única salida para deshacerse de su culpa, y decidió ser su propio juez y verdugo.
La tristeza del mundo llevó a Judas a admitir su pecado, pero luego trató de erradicarlo destruyéndose a sí mismo. La tristeza que es según Dios llevó a Pedro a admitir su pecado y luego a dejar que Jesús lo quitara.
El pecado que terminó en muerte para Judas no fue su traición a Jesús, sino el hecho de que no le pidiera que lo perdonara. —JAL