Después de pasar 20 años impartiendo clases en las universidades de Notre Dame, Yale y Harvard, Henri Nowen dejó el mundo académico para vivir y trabajar en una comunidad de personas incapacitadas mentalmente. En esta nueva situación sus anteriores charlas, libros y su popularidad mundial no significaban nada para laspersonas a las que había ido a servir. A ellos sólo les importaba quién era él como persona.
Nouwen descubrió al poco tiempo cuánto había llegado a apo yarse en la alabanza y afirmación que había recibido por sus logros. Eso le hizo descubrir de nuevo su verdadera identidad y el poder del amor de Dios. Posteriormente escribió de lo que él llama el primer amor de Dios (1 Juan 4:19), un amor puro, incondicional y sin limites.
En contraste con el amor de Dios, dice Nouwen, «el amor que a menudo nos deja dudosos, frustrados, enojados y resentidos es el segundo amor, es decir, la afirmación, el afecto, la solidaridad, el aliento y el apoyo que recibimos de nuestros padres, maestros, cónyuges y amigos. Todos sabemos lo limitado, quebrantado y frágil que es ese amor».
Todos podemos verlo en nuestra propia experiencia. Cuando buscamos nuestra valía e identidad en el amor humano, por maravilloso que pueda ser, vamos camino al desencanto porque siempre hay la posibilidad de traición o rechazo.
Nouwen concluye: «Las buenas nuevas radicales son que el segundo amor es únicamente un reflejo imperfecto del primer amor, y ese primer amor nos lo ofrece Dios, en quien no hay sombra. El corazón de Jesús es la encarnación del primer amor de Dios que no tiene sombras.»
Juan escribió: «Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió al Hijo para ser el Salvador del mundo. Todo aquel que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. Y nosotros hemos llegado a conocer y hemos creído el amor que Dios tiene para nosotros. Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él. En esto se perfecciona el amor en nosotros, para que tengamos confianza…» (1 Juan 4:14-16).
Nosotros amamos porque Él nos amó primero (v.19). En el «primer amor» de Dios estamos seguros y somos libres de amar y servir a los demás. —DCM