Algunos de los más populares juegos de video ahora tiene una herencia celestial. Los jugadores están jugando Jarod’s Journey, que es sobre el hijo agnóstico de un centurión romano en una búsqueda espiritual en el primer siglo.

Los niños juegan Charlie Church Mouse, el cual presenta a un roedor que participa en historias bíblicas.
Para los que se inclinan más a los combates está «La guerra eterna: Sombras de luz», un juego que parece temible en el que buscas y destruyes a los demonios que atacan a un adolescente que se quiere suicidar.

Confesión: Yo tengo un X-Box, pero mis gustos se inclinan más a juegos de carrera como NASCAR Thundery F1 2002. En lo que respecta a perder el tiempo, son tan siniestros como todos los demás.

Sin embargo, para algunos críticos, el peligro de los videojuegos es mucho más profundo que cientos de giros a la izquierda a velocidades de pistas de carrera. Se preocupan por los juegos violentos y que se basan en el ocultismo, los cuales parecen invadir la conciencia del jugador. La nueva ola de juegos basados en el cristianismo trata de abordar esa preocupación. Los jugadores se involucran en estrategias, pero las búsquedas reflejan valores bíblicos.

No obstante, en nuestra batalla espiritual diaria, más vale que tengamos una estrategia. Los riesgos son mucho más altos que jactarse de derechos en tu círculo de amigos de los videojuegos.
Cuando Jesús fue acusado por los fariseos de ser endemoniado, no sólo abordó su blasfemia. También trazó un plan para luchar contra el maligno. Jesús entendía que, como Segunda Persona de la Trinidad, tenía un poder con el que Satanás no podía ni soñar.

Jesús respondió a sus acusaciones señalando en qué bando jugaba, y desafiando su lealtad. El mismo asunto es crucial para nuestra estrategia para vencer a Satanás y sus tentaciones en nuestra vida.

Yo no sé si la nueva generación de videojuegos ayuda a elaborar estrategias prácticas para la batalla espiritual. Todo lo que sé es que Jesús no está jugando… ni Satanás tampoco.
Asegurémonos de que nosotros tampoco estemos jugando.  —JC