En una pequeña ciudad cerca Munich, Alemania, hay un museo. Ambos se conocen por el mismo nombre: Dachau. El museo recordatorio, el cual está ubicado en los terrenos del ignominioso campo de concentración nazi, se ha convertido en una atracción para millones de curiosos aficionados a la historia. Pero también es un lugar de horror para aquellos que vuelven a visitar el lugar adonde estaban encarcelados.
Una extraña frase está soldada a la puerta de hierro por donde los prisioneros entraron una vez: «ARBEIT MACHT FREI», que significa ¡El trabajo te hace libre!
Es raro, porque todo el que conoce las intenciones de los nazis sabe que esa frase era una mentira cínica y cruel para dar una esperanza falsa a las almas apenadas que entraban allí. La mayoría moriría dentro de las paredes de su prisión.
Hay otra mentira que da falsa esperanza y que se enseña en algunas iglesias: «Sé bueno y haz tantas obras buenas como puedas, y (esperamos) que con eso llegues al cielo.»
La realidad es que para alcanzar la norma de perfección de Dios tendríamos que vivir una vida totalmente sin pecado. Nadie lo ha logrado nunca. Nadie… excepto Jesús.
Es únicamente mediante Él que somos hechos justos delante de los ojos de Dios. «Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él (2 Corintios 5:21). Jesús cargó con nuestro pecado y nos ofreció gracia. «Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe … no por obras, para que nadie se gloríe» (Efesios 2:8-9).
Entonces, ¿no caben en algún lugar del plan de Dios las buenas obras? ¡Por supuesto! Las obras que Dios requiere de nosotros vienen después que ponemos nuestra fe en Jesús. «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras…» (v.10), y «… los que han creído en Dios procuren ocuparse en buenas obras…» (Tito 3:8).
Nunca creas la mentira de que tus «obras» te van a salvar de la muerte eterna. Es sólo mediante la obra de Jesús en la cruz que podemos tener una verdadera libertad del pecado. —CK