Todos los años vienen a este mundo 40 millones de niños sin una prueba formal de su existencia. La mayoría de ellos procede de países en desarrollo adonde a muchas personas no se les hace una declaración oficial cuando nacen.

Pero el que no tengan un acta de nacimiento no significa que no estén vivas. Sólo significa que no pueden presentar un documento oficial para probarlo.

¿Cuándo fue la última vez que alguien te desafió a probar que eres cristiano? Un escéptico te podría decir: «Te estás engañando al decir que sabes que Dios está en tu vida. No hay forma de que puedas estar completamente seguro.» A veces, la exigencia de una prueba viene de otro creyente que declara que a menos que puedas decir la hora y el lugar en que aceptaste a Cristo como Salvador, en realidad no has «nacido de nuevo».

Pero el apóstol Juan pone el asunto en la perspectiva correcta diciendo que creencia y conducta son dos caras de la misma moneda, y ellas testifican de nuestra fe en Jesucristo.

CARA: «Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo.» CRUZ: «Y que nos amemos unos a otros como Él nos ha mandado» (1 Juan 3:23).

Cuando te entren dudas acerca de tu relación con Dios, pondera estas palabras de Juan: «Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos» (v.14). «En esto sabremos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de Él» (v.19). «Y en esto sabemos que Él permanece en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado» (v.24).

La próxima vez que alguien te desafíe a probar que eres cristiano, ¿por qué no sonríes y dices: «No lo puedo probar»? Entonces dedícate a demostrarlo a la manera de Juan. Cuando amamos a los demás con el amor de Jesús, los que reciben ese amor raras veces exigen prueba de nuestra existencia.  —DCM