Joshua Canales blandió el bate y mandó una pelota rasante y siseante hacia la tercera base. Kelsey Osborn, su compañero de equipo y amigo, no la vio venir.
La pelota golpeó al jugador de defensa de 20 años de edad por encima de la oreja derecha. Le dieron convulsiones y luego entró en coma. A los seis días, Kelsey murió.
Joshua no lo podía creer. ¿Cómo pudo haber pasado eso? Los dos jóvenes se habían hecho amigos rápidamente después de haber clasificado para la liga nordeste de béisbol.
Después de la muerte de Kelsey, su padre se acercó a Joshua. Le dio un abrazo al afligido muchacho y le dijo que lo amaba. Joshua lloró y le expresó su remordimiento. «Yo pensé en no volver a tocar un bate jamás. Pero los padres de Kelsey me dijeron que si él supiera que yo estaba dejando el juego, se enojaría conmigo.»
Joshua conoció el perdón de Dios y el perdón de los padres de Kelsey. Pero finalmente se perdonó a sí mismo y siguió adelante. En el año 2001, sólo un año después del accidente, fue seleccionado en la 16ta. ronda de la selección de jugadores para ligas mayores por los Dodgers de Los Ángeles.
El profeta Miqueas reveló a un Dios perdonador cuando habló contra los pecados de la antigua Israel. Escribió de un Dios «que perdona la iniquidad y pasa por alto la rebeldía del remanente de su heredad» (Miqueas 7:18).
El profeta miró al futuro con esperanza y proclamó: «No persistirá en su ira para siempre, porque se complace en la misericordia» (v.18). Miqueas sabía que si el pueblo se arrepentía, Dios no les tomaría en cuenta sus pecados pasados.
Este mismo Dios te ha perdonado a ti cuando le has confesado tus pecados y errores. Pero, igual que Joshua, tienes que perdonarte a ti mismo. Si te aferras a los pecados, fracasos y accidentes del ayer, no podrás servir a Jesús hoy de todo corazón.
Recuerda lo bueno del pasado. Recuerda el perdón de Dios. Perdónate a ti mismo. —TF