Hace unos años, me hicieron unos análisis para detectar si tenía cáncer, y estaba nervioso por el resultado. Mi ansiedad aumentaba mientras pensaba que, aunque los integrantes del personal médico estaban bien capacitados y eran sumamente competentes, también eran extraños y no tenían ninguna vinculación conmigo.
Sin embargo, después de despertarme de la anestesia, oí el hermoso sonido de la voz de mi esposa: «Querido, es maravilloso. No encontraron nada». Miré su rostro sonriente y me sentí reconfortado. Necesitaba sentir el respaldo de alguien que me amaba.
Una seguridad similar está al alcance de todos los que han confiado en Jesús. Los creyentes pueden sentirse reconfortados al saber que, cuando despierten en el cielo, Alguien que los ama profundamente —Jesús— estará allí.
El Libro de oración común expresa esta esperanza del creyente: «Después de mi despertar, [mi Redentor] me resucitará, y en mi carne veré a Dios. Sí, yo mismo lo veré, mis propios ojos lo verán, al que es mi amigo y no un extraño».
¿Tienes problemas para enfrentar la muerte? Jesús prometió estar allí cuando nos deslicemos de este mundo al siguiente. Dijo: «… para que donde yo estoy [el cielo], vosotros también estéis» (Juan 14:3). ¡Qué consuelo nos da a los creyentes saber que, después de la muerte, nos despertará un Amigo íntimo!