Noemí y Rut se unieron en circunstancias bastante desagradables. Para huir de una hambruna en Israel, la familia de Noemí se mudó a Moab. Estando allí, sus dos hijos se casaron con mujeres moabitas: Orfa y Rut. Después, su esposo y sus hijos murieron. En aquella cultura, las mujeres dependían de los hombres, lo que dejó a las tres viudas en circunstancias dificilísimas.
Noemí supo que la hambruna en Israel había terminado; entonces, decidió hacer el largo recorrido de regreso a su tierra. Orfa y Rut partieron con ella, pero las instó para que se volvieran a su casa, diciendo: «… la mano de Jehová ha salido contra mí» (1:13).
Orfa volvió, pero Rut siguió con ella y afirmó su confianza en el Dios de Noemí, aunque la fe de esta era débil (1:15-18).
La historia empezó con situaciones terriblemente desagradables: hambre, muerte y desesperación (1:1-5), pero todo cambió de dirección debido a bondades inmerecidas: De Rut a Noemí (1:16-17; 2:11-12) y de Booz a Rut (2:13-14). Afectó a personas insólitas: dos viudas (una anciana judía y una joven gentil) y Booz, el hijo de una prostituta (Josué 2:1; Mateo 1:5). Dependió de una intervención inexplicable: «aconteció» que Rut espigaba en el campo de Booz (2:3). Y terminó en una bendición inimaginable: un bebé que estaría en la genealogía del Mesías (4:16-17).
Dios hace milagros de cosas aparentemente insignificantes: fe débil, pequeñas bondades y personas comunes.