¿No los detestas? Cargos ocultos. La compañía de teléfonos celulares promete que puedes obtener minutos ilimitados por $29.95. Pero cuando llega la factura son $36.85. Sin embargo, la peor clase de cargos ocultos en la vida son los que dejan cicatrices. Algunos podrían llamarlos consecuencias.
Un joven se involucra en una relación homosexual. Nadie lo sabe. Él ve a su amigo sólo cuando va a visitarlo fuera de la ciudad. Y piensa: Esto es una cosa temporal. Un día, cuando esté preparado, voy a conocer a una muchacha y me voy a casar. Nadie lo sabrá nunca.
Una joven que no se ha casado queda embarazada. Sabía que ella y su novio habían llegado demasiado lejos. Pero ahora sus padres sabrán lo que estaba ocurriendo. Sólo hay una salida —piensa—. Tengo que deshacerme de este bebé.
El tesorero de la clase ha estado «tomando prestado» de vez en cuando del fondo en efectivo. Pero ahora el dinero se necesita para un viaje especial. ¿Qué voy a hacer—piensa—. No hay manera de que pueda pagar el dinero a tiempo.
Entonces, ¿cuáles son los posibles «cargos ocultos» del pecado?
•Sentimientos de culpabilidad y vergüenza, o peor aún, una conciencia cauterizada
•Pérdida del respeto de mis amigos y del mío propio
•Decepción de mis padres
•Pérdida del testimonio a familiares y amigos no salvos
•Pérdida de la confianza de un profesor o jefe
Claro, nuestro pecado oculto sólo está escondido para la gente. Nada de lo que hagamos se puede ocultar de Dios. Y su aflicción por nuestro pecado es incluso mayor que la de nuestros amigos y familiares.
En Santiago 4:8 leemos: «… Limpiad vuestras manos, pecadores; y vosotros de doble ánimo, purificad vuestros corazones.» Para ser limpiados de la vergüenza del pecado, debemos confesar nuestra falta a Dios. Primera de Juan 1:9 dice: «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad.»
Dios no promete que los «cargos ocultos» de nuestro pecado vayan a desaparecer. Pero sí promete perdón y un nuevo comienzo cuando humildemente confesamos nuestra falta. —CK