Nos gusta leer sobre reapariciones; sobre personas o empresas que están al borde del desastre y que dan vuelta la situación. La compañía Ford Motor es un ejemplo de esto. En la década de 1940, la empresa casi desaparece porque los líderes se negaban a modernizarla. En realidad, el gobierno estuvo a punto de tomar la compañía por temor a que su desaparición comprometiera los esfuerzos norteamericanos en la guerra. Pero, cuando Henry Ford II fue dado de baja del ejército para liderar la empresa, la situación cambió, y esta se convirtió en una de las corporaciones más grandes del mundo.
A veces, nosotros necesitamos una reaparición: para corregir decisiones equivocadas o para compensarlas. En tales ocasiones, Pedro nos da un buen ejemplo. Toda su vida se caracterizó por fracasos. Primero, casi se ahoga cuando le faltó fe (Mateo 14:30). Después, dijo cosas tan erradas que Jesús lo llamó «Satanás» (16:22-23). Y cuando el Señor más lo necesitó, negó incluso conocerlo (26:74).
Pero ahí no termina la historia. En el poder del Espíritu, Pedro hizo su reaparición. El día de Pentecostés, predicó y 3.000 personas pusieron su fe en Cristo (Hechos 2:14, 41). El apóstol volvió a ser eficaz porque su fe se renovó, tuvo cuidado de lo que decía y adoptó una posición firme en defensa de Jesús.
¿Estás luchando? Si Pedro pudo volver, tú también.