Harry Potter se ha convertido en un fenómeno de la literatura y el cine infantil. Millones de personas miran a un psíquico por televisión decir lo que dicen los que han «pasado al otro mundo».
¿Cómo debe responder un seguidor de Cristo al gran interés que demuestra nuestra cultura contemporánea en la magia, el ocultismo y la parapsicología? La respuesta es discernimiento bíblico (1 Juan 4:1).
La Biblia describe un universo sobrenatural en el cual el bien y el mal libran una batalla en los lugares celestiales (Efesios 6:10-18; Apocalipsis 12:7). Generalmente, el conflicto entre los ángeles de Dios y los demonios de Satanás se mantiene fuera de nuestra vista. Pero jugar con prácticas ocultistas puede abrir la puerta a la interacción humana con los espíritus del mal. A menudo estos espíritus «se disfrazan como ángel de luz» (2 Corintios 11:14).
Es por eso que cuando los que practican el ocultismo afirman ponerse en contacto sólo con «espíritus buenos» y practicar únicamente la «magia blanca» (buena magia), están revelando su propia ingenuidad. ¿Cómo saben que es buena? En el mundo físico pedimos referencias de crédito, exploramos los antecedentes de las personas, y hasta usamos un detector de mentiras para determinar si un ser humano tiene un buen carácter moral y si está diciendo la verdad. ¿Cómo se hace eso con un «espíritu»?
Cuando el mal se disfraza de bien, puede causar una gran confusión. El apóstol Pablo fue seguido por una muchacha esclava que adivinaba usando poderes ocultos. La muchacha gritó: «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os proclaman el camino de salvación» (Hechos 16:17). Las afirmaciones de la joven fueron confusas para aquellos que conocían su reputación. Se nos dice que Pablo finalmente se dirigió a ella y dijo: «¡Te ordeno, en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella!» Entonces, un espíritu del mal disfrazado de mensajero de luz se desvaneció.
¡Cuánto poder hay en el nombre de Jesucristo! Experimentar con el ocultismo es el camino a la oscuridad y la esclavitud. El camino de la obediencia en Cristo es luz y libertad. —DF