Mi esposa Martie es una excelente cocinera. Sentarse a disfrutar de sus delicias culinarias, después de un día de intensa actividad, es un verdadero regalo. A veces, cuando terminamos de cenar, ella hace algunas tareas y me deja solo; entonces, debo decidir si tomo el control remoto o limpio la cocina. Cuando quiero portarme bien, me arremango, pongo los platos en el lavavajillas y rasco las ollas y las sartenes… todo por el gozo de oír la reacción de gratitud de Martie que, por lo general, dice algo así: «¡Vaya, Joe! ¡No tenías por qué ponerte a limpiar la cocina!». Lo que me da la oportunidad de decir: «¡Quería demostrarte cuánto te amo!».
Cuando Jesús reprendió a la iglesia de Éfeso por haber abandonado su «primer amor» (Apocalipsis 2:4), fue porque estaban haciendo un montón de cosas buenas, pero sin amor a Él. Aunque fueron elogiados por su perseverancia y su paciencia, desde el punto de vista de Cristo, estaban siendo «buenos» para nada.
La buena conducta debería ser siempre un acto de adoración. Resistir la tentación, perdonar, servir y amarse unos a otros son oportunidades tangibles de expresar nuestro amor a Jesús, no para que coloquen una estrella al lado de nuestro nombre ni para que nos den palmadas en la espalda.
¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo «bueno» motivado por tu amor a Jesús?