Podemos pasar mucho tiempo pensando en nosotros mismos. Queremos que las cosas nos salgan bien. Estamos obsesionados con la manera en que seremos afectados por decisiones o acontecimientos.
Una cosa es tener una preocupación genuina por cosas importantes como encontrar un buen empleo, sanar emocionalmente después de una relación rota, o cuidar un padre o una madre que están crónicamente enfermos. Pero otra muy distinta es estar lleno de ansiedadpor cosas pequeñas que podrían causarnos un pequeño inconveniente o una molestia temporal.
Poco a poco podemos abrumarnos con los millones de cositas que probablemente no podamos cambiar de ninguna manera. Un escritorlo describió de la siguiente forma: «Nos cuidamos como si fuéramos nuestro hijo único.» Nos preocupamos, y nos preocupamos, y nospreocupamos, y sólo nos centramos en nosotros mismos.
Para decirlo bruscamente, si estás pensando todo el tiempo en cómo luces o en lo que la gente podría pensar de ti, desde tu corte depelo hasta tus zapatos, desde llegar a tiempo hasta dudar de todo loque dices, te podrías llegar a enfermar. Dios quiere que confiemos en Él, no que nos preocupemos por lo que podría pasar.
Consideremos a una mujer llamada Judy. Judy tenía una verdadera preocupación que la perturbaba. Su único hermano tenía esclerosis múltiple. Se casó y tuvo dos hijos, pero a los 32 años, ya no podía trabajar. Llegó el momento en que había que trasladarlo a una institución especializada. La familia, exhausta de cuidarlo, estaba segura de que él se negaría. Judy había viajado en avión a la ciudad para ayudar, y se le dio la responsabilidad de decírselo. No pudo dormir la noche anterior y bombardeó el cielo con sus oraciones. Cuando fue a hablar con su hermano sentía nudos en el estómago. Se sentó y respiró profundamente. Entonces él dijo con suavidad: «¿Sabes, Judy?Creo que ha llegado la hora de que me vaya a una institución. Me doy cuenta de que mi cuidado se ha hecho muy difícil para la familia.» Ella lloró de alivio.
En su preocupación por sí misma y por sus sentimientos, nunca pensó que Dios podía estar preparando a su hermano. Pablo dijo esencialmente: «No se enfermen de preocupación. Oren y confíen en el Dios que cuida de nosotros» (Filipenses 4:6-7). El salmista lo expre-só así: «Echa sobre el SEÑOR tu carga» (Salmo 55:22). Eso es mejor que preocuparse. —DCE