¿Alguna vez te has detenido a pensar en las características asombrosas que Dios puso en los animales que creó? Job sí; y el avestruz es uno de los más interesantes sobre los que escribió. A pesar de su aparente insensatez y sus excéntricas cualidades para la crianza, su descendencia sobrevive (39:13-16). Además, aunque pertenece a la familia de las aves, no vuela… pero puede ir más rápido que un caballo (v. 18).
Otra criatura notable es el escarabajo bombardero. Este insecto africano dispara dos elementos comunes desde dos reservorios que tiene atrás: peróxido de hidrógeno e hidroquinona. Separadas, estas sustancias son innocuas; juntas, enceguecen a los depredadores del escarabajo. ¡Una válvula especial, interna, mezcla los elementos químicos y le permite bombardear a su enemigo a una velocidad extraordinaria! Y este bichito puede girar su «cañón» para disparar en cualquier dirección.
¿A qué se debe que un avestruz bastante atolondrado sobreviva a pesar de su aparente incapacidad para cuidar su cría mientras que el escarabajo bombardero precisa una reacción química sofisticada para poder permanecer en la tierra? A las habilidades creativas de Dios, que no sabe de límites. «… él mandó, y fueron creados», nos dice el salmista (148:5). Desde el avestruz hasta el escarabajo, la obra creadora de Dios es evidente, para que todos la veamos. «Alaben el nombre de Jehová» (Salmo 148:13).