No te sorprendas si un día de estos escuchas un anuncio como este: «¿Tiene una arruga en la cara? ¡Bórrela! Pruebe Botox.»

Es difícil de creer, pero millones de personas se están inyectando este veneno mortal para poder lucir uno o dos años más jóvenes. Cuando un médico vacía una jeringa de la solución (también conocida como «Toxina Botulina diluída Tipo A») en el rostro del paciente, el veneno paraliza temporalmente los músculos que causan las arrugas.

La gente pasa uno o dos meses sin arrugas y luego regresan al «Doctor Toxina» para otra dosis. No sólo es caro este tratamiento, sino que ¡es una locura! ¿Es tan importante tener un rostro sin arrugas como para inyectarse químicos mortales en el cuerpo? A mí no me lo parece.

Pero la vanidad lleva a la gente a continuar experimentando el dolor de la aguja. Están dispuestos a experimentar lo malo para obtener algo que creen es bueno.

Yo tengo una idea mejor. Olvidémonos del Botox, que es superficial, y profundicemos un poco. Hablemos de un ingrediente secreto que puede ayudar a suavizar las «arrugas» del corazón. ¿Qué es? Las heridas de un amigo.

Puede que pensemos que un amigo no debería herirnos con sus palabras. Pero los verdaderos amigos traen a la luz, con amor, los pecados y defectos del carácter que ven en nosotros, cosas que afectan nuestra relación con Jesús y hacen daño a nuestro testimonio cristiano.

Tenemos un Amigo que nos mostró cómo alentar a los amigos y cómo apartarlos verbalmente del mal. Jesús dijo a sus discípulos que ellos eran sus amigos (Juan 15:13-15).

• Los alentó: «Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado» (v.9).
• Los reprendió «por su incredulidad» (Marcos 16:14).
Se trata de ser un buen amigo. Al causar «buenas heridas» podemos ayudar a nuestros amigos a volverse del veneno más mortal de todos: el pecado. —TF