Cuando era niño, la personalidad radial Michael Reagan pensa-ba que Dios lo odiaba. Se tomaba muy en serio estas palabrasde los Diez Mandamientos: «… yo, el SEÑOR tu Dios, soyDios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos, ysobre la tercera y la cuarta generación de los que me aborrecen»(Deuteronomio 5:9).
¡Caray! Eso era demasiado para el joven Michael. Él había sidoadoptado, y por las circunstancias de su nacimiento, Michael se con-sideraba ilegítimo. Mis padres son pecadores—razonaba él— así que Diosdebe aborrecerme. Y así, durante 25 años, Michael Reagan no leyó laBiblia.
El problema de Michael no era con la Biblia, ni tampoco con suspadres. Su problema era que no leyó la Biblia completa. Ni siquieraleyó la frase siguiente: «Pero que muestro misericordia a millares, alos que me aman y guardan mis mandamientos» (v.10).En vez de mostrar odio, los mandamientos de Dios demuestransu amor por nosotros. Sabiendo que un padre terrenal que optarapor hacer y adorar otros dioses desencadenaría una serie de malasconsecuencias para sus hijos, Dios dijo: «No te harás ningúnídolo» (v.8).
John Donne escribió: «Ningún hombre es una isla.» El poema deDonne se refiere al impacto que una sola muerte tiene en toda laraza humana, pero el principio se extiende a todos los aspectos de lavida. Toda acción tiene efectos que se derivan de ella. Puede quesuframos por algo que hicieron nuestros padres o abuelos. No esjusto, pero es uno de los aspectos de disfrutar la libertad de escoger.Es una de las razones por las que Dios nos manda a evitar el pecado.
Todos sufrimos a causa del pecado de nuestros primeros padres enel huerto hace mucho tiempo (Génesis 3:1-7). La rebelión de Adáncontra Dios trajo juicio, pero también dio inicio a la mayor de las his-torias de amor. Es la razón por la cual Jesús murió por nosotros(Hebreos 9:15).
Tal vez te preocupes pensando que ya no le importas a Dios. Esono es lo que la Biblia dice. En Nehemías 9:17 leemos: «… tú eres unDios de perdón, clemente y compasivo, lento para la ira y abundanteen misericordia.…» Yel salmista agregó: «Para siempre es su miseri-cordia» (Salmo 136). Los brazos de Dios siempre están abiertos paraaquellos que le buscan. —TG