Jesús no tenía oficina. No abrió una tienda en el segundo piso deun edificio de Capernaum, ni puso un anuncio en el periódico niesperó que la gente que necesitaba sanidad, ayuda o guía fuera a verlo.

Cuando estaba en el área de Jerusalén, no se puso a vagar con susamigos por Betania ni envió un mensajero al templo con una notadiciéndoles a los hombres de allí que dejaran de profanar la casa desuPadre con sus ventas avaras de palomas y ovejas. No. Jesús subiópor las polvorientas colinas, caminó hasta el templo, y volteó lasmesas de los cambistas.

Jesús era un hombre de acción. Confrontaba el mal de frente. Iba adonde estaba la gente.
Piensa en otras situaciones que involucraban el mal. Jesús estuvodispuesto a encontrarse frente a frente con el mal en persona —elmismo Satanás— durante su tentación (Mateo 4:1-11). Cruzó el marde Galilea para sanar a un endemoniado y trastornado hombre gada-reno (Marcos 5:1-11). Se enfrentó a los fariseos y les dijo cosas másbien polo halagüeñas (Mateo 23).

Un concepto falso que la gente tiene de Jesús es que puesto que seasocia tan estrechamente con el amor, era todo dulzura, rosas y suavidad. Amor, sí, pero no de manera debilucha. Él amaba a la gente deltemplo lo suficiente como para corregirla. Nos amó a nosotros lo suficiente como para mostrarnos cómo combatir la tentación. Amaba aaquel hombre poseído lo suficiente como para buscarlo personalmente y liberarlo de las fuerzas satánicas. Amaba a los fariseos lo suficiente como para mostrarles su error.

Jesús vivió una vida agresiva. Estaba libre de todo mal, pero notenía miedo de enfrentarlo. Imitando su ejemplo, cuando veamospecado, necesitamos abordarlo, hablar en contra de él y mantenerlo fuera de nuestra vida, no pasivamente sino agresivamente.

Qué haría Jesús? Nunca se limitaría a sentarse ahí y lamentarse por lo mal que andan las cosas. Él actuaba. ¿No deberíamos nosotros también?  —JDB