No es fácil decirle a alguien que va al infierno. No es fácilconseguir el valor suficiente para decir a una amiga quetiene que confiar en Jesús. No es fácil interrumpir la vida dealguien para decirle a esa persona que es pecadora.

Es un trabajo difícil. Pero si pensamos que testificar es difícildebemos recordar que Jesús no nos pidió que hiciéramos la parte dela salvación, que era la realmente difícil. Todo lo que nos pidió hacerfue salir al mundo y contar a la gente lo que Él hizo.
Él ya hizo la parte difícil. Compareció ante un tribunal burlador ypermitió que su perfecto nombre fuera difamado y despreciado. Sintiólas agudas puntas cuando sus acusadores le pusieron una corona deespinas en la cabeza. Sus músculos parecían quemarle cuando subióel Gólgota cargando el madero. Sintió el dolor extremo cuando lemetieron clavos por las manos y los pies. Su cuerpo fue molido dedolor cuando lo alzaron en la cruz. Y lo peor de todo, Jesús sintió eldolor desgarrador del rechazo cuando Dios se alejó de Él al cargarJesús con el increíble peso del castigo por nuestro pecado.
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mateo 27:46).El grito penetrante hizo eco en las rocas del lugar de la Calavera yluego murió en la oscuridad de aquel día triste y negro. Cuando esasperturbadoras palabras se desvanecieron, otras nuevas salieron de suslabios sedientos. Triunfante exclamó: «Consumado es» (Marcos 15:37;Juan 19:30) e inclinó la cabeza. En la cruz, Jesús cargó con nuestropecado.

Puesto que Jesús sufrió voluntariamente la muerte que nosotrosdebimos haber experimentado, los que hemos aceptado su regalo desalvación hemos sido liberados. Eso nos deja con una cosa importantepara hacer. Decirlo a los demás. A veces puede parecer difícil, perorecuerda: Jesús ya hizo la parte difícil.  —JDB