Hace unos años, a mi esposa y a mí nos pidieron que formára-mos parte de la comisión del gobernador del estado para elAño de la Familia. No tengo ni idea de quién nos recomendó,pero fue un privilegio y aceptamos con gusto. Estábamos en unaposición en la que podíamos causar un impacto para los valores de lafamilia cristiana y conocimos personas maravillosas.

En una ocasión nos invitaron a una recepción en la mansión delgobernador. El actor James Earl Jones, el de la voz potente y grave deDarth Vader, estaba presente. Mi esposa y yo nos tomamos una fotocon él.

Cuando recibimos la carta de invitación nos dijeron que la mismaserviría de credencial. Sin ella, no nos iban a dejar entrar. Cuando lle-gamos nos pidieron que enseñáramos la carta. Lo hicimos y la puertase abrió.

Las credenciales se han vuelto mucho más importantes desde losataques terroristas del 11 de septiembre. La seguridad es más estrictaque nunca, y a menos que tengas la tarjeta o identificación adecuada,no entras. Ahora es mucho más difícil entrar en la Casa Blanca o eledificio del Tribunal Supremo.

dificio del Tribunal Supremo.El Señor soberano de toda la creación se sienta en su trono en loscielos y está muy por encima de todos los reyes y gobernadores. Unopensaría que es inaccesible. Sólo unos cuantos tendrían acceso a Él; talvez los arcángeles y ancianos que rodean su trono (Apocalipsis 4—5).

¡Pero no es así! Tú y yo podemos entrar en su presencia siempreque queramos. En cualquier momento, día o noche, podemos entrarpor medio de la oración y decirle lo que estamos pensando. ¿Cómo?¿Por qué medios? Tenemos las credenciales que nos da el Señor

Jesucristo. Por la gracia de Dios y nuestra fe, estamos identificados conÉl. Él nos da el más alto privilegio. Somos bienvenidos en cualquiermomento.

Sí, en nuestra identificación con Cristo tenemos el poder de las cre-denciales. Cerciorémonos de usarlo a menudo.
—DCE