Siempre he pensado que uno puede ver mejor la mano de Dios en el espejo retrovisor. Al mirar atrás, es más fácil entender por qué nos puso en la casa donde estamos, colocó ciertas personas y circunstancias en nuestra vida, permitió que sufriéramos y que tuviéramos dificultades, nos llevó a distintos lugares y nos dio diferentes trabajos y profesiones.
En cuanto a mi vida, muchas cosas se aclaran (aunque no con perfección; ¡ese será el gozo del cielo!) sobre los caminos sabios y amorosos del Señor cuando reflexiono sobre cómo ha dirigido Él mi travesía con «las obras de [Sus] manos» (Salmo 92:4). Como al salmista, me da alegría y despierta una nota de alabanza en mi corazón ver cuán a menudo y con qué fidelidad Dios me ha ayudado y dirigido, y controlado las consecuencias (Salmo 111).
Sin embargo, al mirar el futuro, no siempre es tan claro. ¿Alguna vez tuviste ese sentimiento de incertidumbre cuando el camino por delante parece sinuoso, nublado y aterrador? Antes de comenzar el nuevo año, detente y mira por el espejo retrovisor el año que ha pasado, y con gozo, date cuenta de que Dios hablaba en serio cuando dijo: «No te desampararé, ni te dejaré». Entonces, podemos decir con determinación: «El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre» (Hebreos 13:5-6).
Recordando la promesa de la presencia y la ayuda de Dios, puedes comenzar el 2011 con suma confianza.