Puede aparecer en cualquier momento y en cualquier lugar. A veces dura poco y otras veces persiste mucho más tiempo. No, no son los barros en la cara. Es algo mucho más profundo y más doloroso que una mancha molestosa que se puede curar con una crema.
Es la soledad, esa horrible sensación que te deja frío. Los fuertes vientos de la soledad pueden azotar tu vida cuando has pasado por una increíble pérdida o cuando has logrado una tremenda victoria; cuando estás solo en casa cantando canciones tristes, o en la iglesia con amigos cantando en los bancos. El dolor agudo de la soledad no respeta tiempo, lugar ni circunstancia. Simplemente surge en el interior de nuestra mente con todas sus manifestaciones físicas: el nudo en la garganta del tamaño de una nuez, el torturante dolor en el pecho, las manos frías y los hombros caídos. Por dentro, se siente una soledad que uno no puede entender ni explicar.
David experimentó un tipo de soledad que puede ser difícil para nosotros de imaginar. Estaba solo en una cueva y temía por su vida cuando dijo: «Mira a mi diestra y observa, pues no hay quien quiera conocer. ¡No tengo refugio ni hay quien cuide de mi vida!» (Salmo 142:4).
No obstante, David sabía a dónde acudir en su soledad. Dirigiéndose a Dios dijo: «¡Tú eres mi esperanza y mi porción en la tierra de los vivientes!» (v.5).
Y hay más. No sólo nos ayudará Dios cuando la soledad nos deprima, sino que también nos enviará la ayuda de otros creyentes. David concluyó observando: «… Me rodearán los justos, porque tú me serás propicio» (v.7).
¿Tienen asido tu corazón las frías garras de la soledad? Si es así, acude a Dios ahora mismo y acepta el calor de su amor. Es la cura segura para la soledad. —TF
R E F L E X I Ó N
■ ¿Cómo es posible sentirse solo en medio de una multitud? ¿Por qué no podemos estar seguros de que seremos felices cuando estemos con amigos?
■ Hay muchas canciones hoy día que tienen letras llenas de desesperación y de soledad. Trata de enumerar los títulos de cinco canciones o himnos que hablen de la consoladora presencia de Dios.